¡Salud, madres! Aquellas que dan amor e inculcan la dignidad y el respeto

Hoy es un día para honrar a las mamás y reflexionar por mejores condiciones para ellas.

El Día de la Madre es una festividad que exalta la figura histórica de las mujeres en la sociedad paraguaya y está relacionada con una fecha simbólica: la Independencia.

En Paraguay esta celebración –relata la historiadora Ana Barreto Valinotti– empezó como reflexión proveniente de estudiantes de la Escuela de Comercio de Asunción en 1924, buscando seguir una iniciativa norteamericana, la de Anna Jarvis, para conmemorar el activismo político y social de promoción de las mujeres durante la Guerra de Secesión como enfermeras y posteriormente como trabajadoras.

La iniciativa de Anna empujaba a una reflexión sobre la vida de las madres y la posición de los hijos con respecto a ella: si estaba viva uno llevaba un clavel rojo y, si ya había fallecido, blanco. En los Estados Unidos adquiere ropaje oficial a inicios de la Primera Guerra Mundial, en 1915.

La historiadora cuenta que en Asunción los estudiantes también hicieron una conmemoración con claveles. Cinco años después el festejo ya había tomado dimensiones mayores, saliéndose de las paredes de las clases y extendiéndose a la sociedad; tanto que la propia revista que editaba la institución reflexionó en 1929 sobre la “historia” del festejo.

Es probable –afirma– que esto haya tomado un alcance mayor en un contexto de la Guerra del Chaco, aunque para ese momento –1932 a 1935– el Día de la Madre era parte de una fecha simbólica mayor: el Día de la Independencia. La conmemoración es una exaltación de la figura histórica de las mujeres, pero absolutamente idealizada y muy conservadora, no solo por las acciones que resaltan en el plano político, sino porque además el concepto de madre no es indígena, sino blanca. La madre celebrada junto a la Independencia no es otra cosa que la Madre-Patria con características que además se reflejan en la Virgen María: madres buenas y santas, dadoras de vida, abnegadas a la familia y defensoras de sus hijos.

‘‘Es una exaltación, sí, pero que se sucede en el plano discursivo ideal. Las madres en el Paraguay se festejan con tono comercial también y no de una forma más reflexiva en cuanto a maternidad, ya sea desde condiciones de embarazo, parto, crianza de hijos y sostenimiento del hogar a derechos laborales de las madres y muchísimo menos sobre la problemática del embarazo en niñas y adolescentes’’.

Conmemorar de esa manera –destaca Barreto– sería ‘‘fantástico ya que ahí sí creo –separando esa narrativa idealizada de mujeres-madres perfectas (y santas)– la sociedad podrá celebrar con acciones y exigencias que influyan decisivamente en políticas públicas’’.

Estadísticas.

En Paraguay hay 1.711.538 madres, de las cuales 1.119.791 viven en la ciudad y 591.747 en el campo, según la Encuesta Permanente de Hogares Continua 2022. El 32,7% de las madres ocupadas son trabajadoras en el sector servicios y vendedoras en comercios y mercados. En promedio, tuvieron 10,6 años de enseñanza formal. En cuanto al estado civil, 36,1% de las madres son casadas, 34,8% unidas, 18,2% solteras, 6,4% viudas, 3,5% separadas y 1,0% divorciadas.

 

“A mis hijos quiero enseñarles los valores”

Abrazando a Fabricio, a Fiorella Centurión (32) se la veía feliz, pero agotada. El bebé que cubría con sus brazos había llegado al mundo la tarde anterior en el Hospital Materno Infantil de Loma Pytã.

“Este es un momento hermoso”, dice al describir lo que siente mientras está con su bebé en sus brazos.

Fabricio es el segundo hijo de Fiorella. Antes de él llegó una niña que actualmente tiene 12 años.

Recuerda que cuando llegó la primera, su mundo cambió totalmente. “Estaba embobada por ella, todo lo demás me parecía secundario”, describe.

Cuenta que su hija mayor aguardaba con mucha ansiedad al nuevo integrante de la familia. Estuvo muy presente al lado de ella durante los meses previos. “Mientras estaba embarazada ella era mi enfermera número uno. Me cuidaba muchísimo”.

Como su madre le enseñó, Fiorella transmite y quiere seguir transmitiendo a sus hijos los valores del respeto, la educación y la responsabilidad. “Queremos que valoren también la educación que reciben”, dijo.

Cuenta que de su hija mayor aprende mucho cada día. Su anhelo es que como hermana mayor pueda ser la guía del hermanito que llegó con el sol de la tarde.

 

“Cuando vi su carita fue muy emocionante”

Un llanto que generó alegría. Fátima Figueredo (27) habla y sonríe mientras ve a Luciana, su hija que nació la tarde del día anterior en Loma Pytã.

Cuando habla de lo que sintió en ese momento, pareciera que las palabras se atropellan de la emoción que siente. “Cuando le sacaron de mi pancita y le escuché llorar por primera vez sentí mucha alegría. Sinceramente, no hay palabras para explicar lo que se siente en ese momento”, describe Fátima.

Antes de la llegada de Luciana, ya tuvo experiencia en la crianza con un hijo de corazón. Se trata de un niño de ocho años, hijo de su actual pareja.

“Ella es la primera hija que sale de mí. Cuando por primera vez le vi su carita fue muy emocionante para mí”.

Considera que cumplir el rol de madre primeriza es todo un desafío para ella. Por ello le inculcará buenos valores que fue aprendiendo de su propia madre a lo largo de los años de crianza.

A ella y sus hermanos su progenitora les enseñó el valor de la familia y de brindarse apoyo y ayuda mutua entre todos.

“Eso quiero que aprenda. Por sobre todo que sea una persona de bien. Y que tenga presente que su papá y su mamá van a estar presentes para ella siempre”.

 

“Les enseño que cualquier trabajo no es deshonra”

Cada día Evelyn Fleitas (32) encuentra en lo que la gente tira lo que podrá luego vender para así conseguir el sustento diario para sus tres hijos.

Pobladora en la zona del Banco San Miguel (Bañado Norte), con su labor diaria de recicladora, Evelyn, quien es madre soltera, paga la escuela de Karen (13), Rosa (12) y César (9), sus tres hijos.

“Mientras ellos están en la escuela yo salgo a trabajar, me voy a reciclar. Cuando vuelven de la escuela se quedan con mi familia”, dice al describir la rutina que inició hace una década.

El cuidado mutuo y la obediencia a quienes están a cargo de ellos son algunos de los consejos que la recicladora deja a sus hijos al salir de la casa.

Los recicladores ya son conocidos en muchas partes. Esto hace que no pasen por las situaciones de discriminación que suele padecer la gente del Bañado.

“A mis hijos les enseño que para no pasar hambre deben hacer cualquier cosa. Lo único que no tienen que hacer es robar, porque es malo. Eso siempre les digo”.

Salir todos los días a la calle para rebuscarse el sustento genera la cuota de preocupación por cómo estarán sus hijos.

Por eso, dice, intenta terminar lo más rápido posible sus labores diarias para estar de regreso pronto.

Pero algunas veces no es posible, revela, pues el motocarro que usa se descompone por el camino. El vehículo ya lo compró usado y tiene como 20 años. No tiene la posibilidad de adquirir uno nuevo.

“Todo el tiempo pienso en ellos para saber qué tal están, para que no pasen hambre. Cuando estoy con ellos les hablo y les digo que sean respetuosos, que cualquier trabajo no es deshonra y que les voy a ayudar hasta donde yo pueda”, dice la madre dedicada a esta labor hace una década.

 

 

 

“En crecida, la mamá era el transporte escolar con canoa”

Como toda habitante de la ribera, Jazmín Bogado (37) conoce bien los vaivenes del río. Muchas veces regala una preciosa presa que se convertirá en un suculento caldo o inolvidable chupín. Otras veces atropella de manera iracunda reclamando su natural territorio.

Jazmín sabe cuando esos momentos llegan. También sus hijos. “La época de la crecida fue la más difícil. En ese tiempo nos manejábamos en bote, todo a remo. La mamá era el transporte”.

Jazmín, pobladora del Banco San Miguel (Bañado Norte), llevaba temprano a su marido para tomar la lancha que llegaba al puerto Asunceno desde el Mbiguá.

Luego realizaba el mismo trayecto y el mismo destino para dejar a sus hijos que iban a la escuela a la otra orilla. “Yo era el transporte escolar hasta que ellos aprendieron a remar”, cuenta.

Encargarse del transporte sirvió para que sus hijos aprendan, dice. “Eso les enseñó a ellos la responsabilidad, porque la mayoría en el barrio abandonó el colegio”, relata Jazmín.

Ser presidenta de la comisión vecinal del barrio fue otra enseñanza. Actualmente ellos forman parte del grupo juvenil, comenta.

Jazmín recuerda que sus hijos eran pequeños en la última gran crecida. “Como eran chicos les parecía un juego lo que pasaba. Pero era un momento difícil”.

La valiosa lección que les quedó a sus hijos de aquel momento fue aprender a compartir lo que tenían.

Revela también que en esta ocasión, que se anuncia una nueva inundación, la organización de la comunidad está mejor.

Más que cumplir materialmente, la parte emocional resulta ser lo más difícil, señala desde su punto de vista Jazmín. “Ser mamá es un trabajo muy difícil, nadie te enseña cómo serlo. Todos te dicen la maravilla de lo que es tener un hijo, pero nadie está preparada”.

“Ser mamá es vivir 24 horas por tus hijos”

De una familia dedicada a la medicina, la doctora Mariel Fusilo (47) sabe qué es la ausencia de una madre a causa del trabajo.

Al igual que ella, su progenitora es bioquímica y muchas veces no pudo estar en actos escolares y otros eventos familiares.

“Yo y mis hermanos tuvimos muchas ausencias diarias de nuestros padres. Siempre llegaban a la noche, pero nosotros nunca les reclamamos”, cuenta.

Al estar al frente del laboratorio en el Hospital de Loma Pytá, explicaba a sus cuatro hijas la razón de sus ausencias.

“Recibí mucha ayuda de mi familia, pero no fue fácil. Quien está en el área de la salud sabe lo que deja con las exigencias de este trabajo”.

El acompañamiento del padre de sus hijas también fue importante para seguir sus estudios. Según refiere, terminó la carrera con sus primeras hijas muy pequeñas.

“Varias veces quería acompañarles en paseos, veía que se iban las otras mamás, pero yo no podía”. Sin embargo, sus hijas tampoco le reclamaron nunca las ausencias, revela.

Una de las claves para compensar las ausencias, dice, es pasar tiempo de calidad con los hijos.

“Llegás a tu casa y en todo momento tenés que compartir. Eso hacía y siempre estuve presente. También tuve una madre muy presente a pesar de todo lo que trabajaba”.

Hasta hoy en día sigue conversando con su madre. Una de las lecciones que le dejó y que le inculca a sus cuatro hijas es la importancia de instruirse siempre.

Las palabras de su madre fueron importantes cuando por un problema de salud existía riesgo de abandonar los estudios un tiempo.

Para la bioquímica, ser madre es tener una entrega total. “Es olvidarte de vos misma, vivir pensando 24 horas en tus hijos”.

 

1.711.538 es la cantidad de madres que hay en Paraguay, según la Encuesta Permanente de Hogares Continua 2022.

 

10,6 años en promedio las madres asistieron a una institución de enseñanza formal en alguna institución.

 

32,7% de las madres ocupadas son trabajadoras en el sector de servicios y vendedoras en comercios y mercados.